Calificación del editor

Ante una demostración de talento del tamaño de 'Asian Chaos' solo pueden hacerse 3 cosas: Escuchar. Aplaudir. Repetir.

9
VALORACIÓN

gyze asian chaos

GYZE
‘ASIAN CHAOS’
Black Sheep Records

Tengo meridianamente claro el momento en que descubrí a Gyze. Fue el 10 de marzo de 2017, alrededor de las 19:30, en la sala Bikini de Barcelona. Yo pasaba por allí, como quien dice, ya que del cartel conformado por Battle Beast, Majesty y los propios Gyze solo me interesaban -a priori- los finlandeses, que lo encabezaban presentando su casi (o sin casi) decepcionante ‘Bringer of Pain’.
Pero, ah, ya hace años que Japón me atrae mucho a muchos niveles, y el metal es uno de ellos. Así que pensé que quizá sería buena idea dar una oportunidad al joven trío, actualmente cuarteto. ¡Y vaya si lo fue!
Empezaron el concierto con «Black Bride», que supuso tanto una patada en la cara como una sorpresa. ¿Qué hacía una banda que tocaba a velocidad endiablada y usaba voces guturales en una gira con Majesty y Battle Beast? Me daba igual. ¡Vaya temazos! Y así, en apenas media hora de show, me habían ganado totalmente. Devoré el CD promocional que regalaron a todos los asistentes y gracias a la magia de internet, primero, y a una gestión fantástica, unos meses más tarde, que puso en mis manos sus discos traídos directamente de su país de origen.

Ahora, 2 años después, nos vuelan la cabeza con ‘Asian Chaos’. Un cuarto trabajo de estudio que, cayendo en el tópico pero no en la mentira, presenta una banda más madura, más equilibrada y, sin duda, en un momento de gracia a nivel compositivo e interpretativo.

Y no voy a decir que suenen menos contundentes que antes, ni de broma, pero quizá sí han sabido fusionar mucho mejor su faceta melódica con la velocidad hiriente de la que han hecho su santo y seña. Hay más arreglos, muchísima más presencia de elementos típicos del folklore japonés y más calado a nivel musical y letrístico. En definitiva, los temas tienen más capas de profundidad pero sin caer, menos mal, en la grandilocuencia o en el efectismo vacío que sí escuchamos en bandas de estilo similar.

Al fin y al cabo, Gyze no pueden ocultar, ni lo pretenden, sus raíces afirmadas en bandas como Children of Bodom; en aquél tsunami de finales de los 90 e inicios de los 2000 que inundó la escena del metal con el mal llamado death metal melódico y que podríamos definir realmente como heavy/power metal con voces rasgadas.
La diferencia con la banda de Alexi Laiho, sin embargo, es que el cuarteto nipón -aún insultantemente joven- no ha perdido el norte con inventos o cambios de rumbo, con experimentos extraños o con giros modernos (o con drogas), y continúa haciendo lo que mejor sabe y lo que le está rindiendo más alegrías en cuanto a aumento de su masa de fans, que empieza a ser importante también fuera de Japón: taladrarnos los oídos a través de un huracán sónico veloz (Dragonforce, ¡esto sí es tocar rápido sin necesidad de estar tan encantado de haberse conocido!) y punzante al que, como decía anteriormente, su faceta melódica no resta ni un ápice de mala leche, de garra, de violencia.

Probablemente, la sección central del álbum, que comprende seis de los doce temas totales, sea la más brillante. Desde la superlativa y compleja «Dragon Calling» a la visceral pero íntima «1945 Hiroshima», Ryoji (cómo toca la guitarra, cómo canta, cómo compone. Un genio) y los suyos desencadenan todo su talento en unas canciones que martillean hasta el punto de no poder dejar de escucharlas y tararearlas durante todo el día.

Reconozco que el estilo de Gyze, a día de hoy, no está de moda, y que has de ser fiel al gusto por esa mezcla de heavy metal, melodía y voces guturales -lo cual es cada vez más extraño- para querer asomarte a una propuesta así, pero ante una demostración de talento del tamaño de ‘Asian Chaos’ (mayor que el Buda de Kamakura) solo pueden hacerse 3 cosas: Escuchar. Aplaudir. Repetir.

Arigatou Gozaimasu, Gyze.

Daniel Ruiz