MONO + HELEN MONEY
02.05.2015, La [2] d’Apolo, Barcelona
Promotor: To Be Confirmed
20:00 de la tarde, sala Apolo [2] de Barcelona. Me dispongo a acceder a la sala y ya hay una pequeña cola que se amontona en la puerta para ver, o más bien sentir, a los japoneses en todo su esplendor. El ambiente es acogedor: la pequeña de las Apolo, a pesar de tener el escenario bajo (lo que dificulta la visibilidad desde la parte de atrás), desprendía un aire de melancolía bucólica que nos preparaba para lo que íbamos a ver poco después.
De un modo muy sigiloso, salía a escena Helen Money, un violonchelo y su sobria presencia. No conocía nada de ella y tampoco escuché nada previo al concierto; preferí sorprenderme de primera mano, y así fue. Las distorsiones largas, duras y bruscas que salían de su violonchelo te cortaban el aliento: temas largos y lentos, agonizantes y quebradizos, una joya en bruto que explosionaba con cada nota como quejidos que enmudecían la sala. Creo que no fui la única que se quedó boquiabierta con esta mujer y su destreza para crear distorsiones sobre distorsiones dentro de su inmensa pedaleara que iba superponiendo para crear su música. Si cerrabas los ojos, no parecía que estuviera sola, parecía que fuera acompañada por una enorme banda y, realmente, todos eran ella.
Helen Money, a pesar de parecer una mujer frágil y delicada, en sus escuetas interacciones con el público, sacaba pedazos de ira cuando su arco rompía las cuerdas del violonchelo. Fueron 45 minutos de agonizante melancolía que terminó con un largo aplauso y el entusiasmo de los allí presentes.
Minutos después, con algo de retraso, los Japoneses Mono comienzan a tejer con el quejido de la guitarra de Takaakira Goto “Recoil, Ignite” de «Rays Of Darkness». Poco a poco van uniéndose el resto de los componentes: Tamaki con su inmenso bajo, Yoda con la segunda guitarra y, para dar el toque final, Yasunori Takada en la batería. Como si de una tela de araña se tratase, muy lentamente, iban creando el primer tema. Casi podía escuchar cómo se les aceleraba el corazón a todos los que estaban pegados al escenario. Mientras el tema iba subiendo cada vez más, con un incansable crescendo de melodías y acordes, poco a poco se iban metiendo en el corazón de la gente. Las caras de los japoneses parecían sufrir con cada nota, lo viven tanto que es imposible no entrar en su mundo. Cuando comienza la explosión de todas esas melodías, se precipitan en tu cabeza como una cascada y desbordan millones de sentimientos, ahí es cuando te atrapan; es el primer tema y ya te tienen dentro de “su tela de araña” dentro de “su mundo” dentro de «tu mundo».
Casi sin levantar la cabeza de sus enormes y casi interminables pedaleras, con sus cabelleras negras tapando parte del rostro y con una iluminación tenue de tonos azules y violáceos, continuaron con “Unseen Harbor” del “For my Parents” como un lamento al infinito, las dos guitarras y el piano de fondo ensordecían toda la sala. Su peculiar púa-contrapúa me recordaba el sonido de una bandurria antigua, como si quisieran transportarnos a su cultura tradicional japonesa.
Tema tras tema, Mono demuestra que su técnica va de la mano no solo de horas de trabajo, sino de una gran trayectoria musical y repleta de sentimientos, porque cuando salen a escena ponen cada parte de ellos como si desprendieran pedazos de sí mismos. Casi sin levantarse de las sillas, (excepto Tamaki, la única componente femenina de la banda) como si estuvieran anclados en ellas, se mueven y se contorsionan, haciendo aún más agonizantes sus temas. Da la sensación de que lo hacen a propósito para contener toda esa ira y erupcionar como un volcán solo en pequeños momentos de la actuación, cuando Tamaki se levanta guitarra en alto para enfatizar y hacer que todos explosionemos con ellos y termina totalmente tirado en el suelo, creando distorsiones agonizantes en su pedalera.
Tras pasar por “Kanata”, “Pure as Snow” o “ Halcyon” con la misma intensidad, siguieron inmortalizando estelas musicales por toda la sala, y es que con ellos es imposible no perderse entre sus melodías, es imposible que no te vengan miles de recuerdos a la cabeza y ellos lo saben, lo tienen todo muy bien preparado, saben qué temas tocar dónde y en qué momento. Delicadas melodías son sus comienzos, furia desencadenada los interludios para terminar, con destreza, como maestros japoneses de un arte milenario.Remontan con “Where we Begin” como si quisieran darnos una subida de autoestima personal, un arcoíris en el horizonte; como si fuera un renacer en primavera comienzas por sonreír, y es que miraba al público y ¡a todos se les comenzaba a dibujar una sonrisa! Era emocionante ver que Mono hacía lo que quería con nosotros desde ahí arriba. Pero entonces, aparece Tamaki con su xilófono; ya sabemos que viene ahora, ya sabemos que es “Ashes in the Snow”, ese tema que te rompe en mil pedazos.
MONO
Empiezan otra vez a resquebrajarnos como jarrones de porcelana, nos vamos rompiendo en mil pedazos, en mil suspiros, y es que no llevaba el tema ni 30 segundos y una servidora comenzó a llorar, me temblaba la barbilla y no paraban de caerme las lágrimas: sí, señores, lloré desconsoladamente durante los 11:45 minutos que dura el tema, pero sé muy bien que no fui la única, así que eso me emociona aún más. Y no es algo que nos debiera sorprender, pero creo que estamos tan poco acostumbrados a expresarnos, a sacar nuestros sentimientos delante de la gente, que cuando viene un grupo de esta categoría y te saca toda la artillería a flor de piel así, sin más, yo, siendo sincera, me quito el sombrero, les aplaudo y no puedo más que sentirme afortunada de poder ser una privilegiada dentro su mundo. Para terminar, nos deleitaron con “Everlasting Light”, seguimos con su «Hymn to the inmortal wind», (cómo no, este discazo tenía que cerrar este encuentro), ya para rematar la faena y sacarnos de nuestro bucólico pesar.
Lo que más me sorprendió es el respeto y el silencio que hubo durante los ochenta minutos que duró el concierto, que solo se interrumpía por los aplausos exhaustos del público. Ver una sala llena hasta la bandera cuando 2 años atrás no llegábamos ni a la mitad, hace ver que el Post Rock está más vivo que nunca, y que Mono aumenta seguidores por momentos, y es que, si algo nos ha quedado claro, es que necesitamos esa sensibilidad musical, necesitamos que nos despierten del mundo real y nos transporten a lugares que tenemos dormidos, aletargados por el día a día, que se nos pare el tiempo entre notas, acordes y arpegios infinitos. Prácticamente todo el concierto lo dedicaron a su último álbum y a “Hymn to the inmortal wind”, uno de mis favoritos.Y termino resumiendo el concierto en una frase: En azul, en su tenue mundo, en su halo de luz que les cobija.
Texto y fotos: Irene Serrano
Mono aquella noche en Youtube (HD):
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