Russian Circles

RUSSIAN CIRCLES + HELMS ALEE
14 de abril de 2014. Sala Bikini, Barcelona
Promotor: To Be Confirmed

Russian Circles, uno de los powertrios de Post-rock más emblemáticos de los últimos años, decidieron arrancar una gira mundial el pasado mes de diciembre, con motivo del décimo aniversario de la banda. Así pues, la expectación era absoluta, con una notoria cola en la entrada de Bikini a veinte minutos de la apertura de puertas, máxime si consiguieron el sold-out en su anterior paso por estas tierras, en una Apolo[2] que se les quedó diminuta. Es reconfortante que cada vez más promotoras de Metal nacionales apuesten por la Sala Bikini, puesto que su capacidad es cercana a la mediana de las Razzmatazz, pero cuenta con un mejor sonido y visibilidad, al ser esta más cuadrada y con un escenario más alto.

El magnífico cartel internacional de la gira corrió a cargo del reputado estudio Barcelonés “Error! Design”, con el que ya habían trabajado con anterioridad, y en el que aparecen una preciosa pareja de halcones peregrinos posados sobre un cráneo y rodeados por una serpiente acechante. Un cartel de lujo para una ocasión de lo más significativa, impreso por serigrafía en tres pasos de forma totalmente artesanal como se muestra en este vídeo.

Helms Alee fueron los encargados de abrir la noche ante una Bikini ya atiborrada de asistentes. Con pasmosa puntualidad, saltó al escenario una formación tristemente poco habitual en el –y en su– género, formada por el guitarrista Ben Verellen (ex Harkonen), la peculiar bajista Dana James, y la siempre sonriente batería Hozoji Margullis.

Helms Alee

Su propuesta es bastante fresca y ecléctica, muy sólida en lo instrumental, aunque no tanto en lo vocal. Mezclan un potente Sludge Metal bastante “punkarra”, con unos pasajes y texturas más propios del Post-rock, todo ello regado con las voces de su guitarrista, al que le acompañan en los coros las otras dos integrantes del grupo. En mi opinión, y con el permiso de Sigur Ros, cuando en la fórmula entra el Post-rock, calladito más bonito. No logran una perfecta harmonía vocal ni aun en sus trabajos de estudio, aunque sospecho que eso es algo totalmente intencionado.

Helms Alee
Helms Alee
“Pleasure Center” daba el toque de salida con su incesante hi hat inicial, que me evocó a los aspersores de una calurosa noche de verano. Un tema bien elegido, pues sirvió para introducir al público el característico sonido de la banda de Seattle; ritmos de batería contundentes y pegadizos y una distorsión muy cruda tanto en el bajo como en la guitarra, que a menudo me recordaba al sonido de «Left Hand Path» de los suecos Entombed. Percibí una producción más cuidada en los temas de su último larga duración como «Pinniped» o «Slow Beef», menos directos y con solventes arreglos gracias a unas pedaleras mejor provistas de efectos. Destacable el trabajo de su batería, pues se dejó la piel en los parches; sus baquetas en el quinto tema ya estaban al borde de la quiebra, como veréis en una de las fotos de la galería. Nos asustó con un patente destiempo en el penúltimo tema, «Lefty Handy Man Handle», pero que ya en casa descubrimos que era intencionado. ¡Qué cachondos!

Helms Alee

Para el cierre de su espectáculo (de unos 50 minutos), optaron por la insustancial «Dodge the Lightning», que exaltó un poco las ansias del público por el plato fuerte de la noche. Sin duda, seguiremos de cerca la ascendente carrera de los de Seattle, con ganas de atestiguar qué nos depara en su próximo trabajo.

En menos de veinte minutos estaría listo el escenario para dar paso a Russian Circles. Parecía que hacía años desde su anterior visita, aunque no hacía ni año y medio. Supieron dejarnos con ganas de más, y aquí estaban para satisfacernos de nuevo.

Russian Circles

Con motivo de su segundo lustro, repasaron toda su discografía, tocando dos temas de cada álbum, a excepción de “Geneva”, del cual solo tocaron su complejo tema homónimo. Supieron entrelazar los temas muy equilibradamente, rehuyendo de su habitual «fórmula ascendente», y consiguiendo encandilarnos ya desde el segundo tema, con “Carpe”, de su primer larga duración, que siempre es un auténtico volcán de emociones en directo.

RUSSIAN CIRCLES

… Nos transportan desde la fría estepa Siberiana –donde sus rasgueos de guitarra nos azotan cual ventisca– hasta las cálidas cimas veraniegas de los Urales –con unas cautivadoras melodías progresivamente ascendentes–

El trío se complementa sobre las tablas de forma asombrosa; aun sin mediar una sola palabra en sus canciones (ni entre ellas), consiguen expresarlo absolutamente todo, y nos transportan desde la fría estepa Siberiana –donde sus rasgueos de guitarra nos azotan cual ventisca– hasta las cálidas cimas veraniegas de los Urales –con unas cautivadoras melodías progresivamente ascendentes–, y todo siempre aderezado con sus complejos entramados del bajo de Brian Cook y la portentosa batería de Dave Turncrantz.

Russian Circles
Russian Circles
Completan su escenificación casi todo el espectáculo, con un juego de siluetas dentro de una densa cortina de humo en la penumbra, postrados ante sus ya característicos focos de luz incandescente apuntando hacia el techo de la sala. Una atmósfera absolutamente cautivadora, pero que desencadenó en un verdadero quebradero de cabeza para los que intentábamos capturar su esencia con nuestras cámaras.Russian CirclesBastaron ocho delicadas notas del lick de inicio de «Mlàdek» para hacer gritar a la sala entera, ciertamente, uno de mis temas favoritos de la formación, y por lo visto, de la mayoría de los allí presentes. Si hay un tema que resume el sonido de Russian Circles, ciertamente este lo es. Una montaña rusa de ritmos, de un minuto a otro pasamos de flotar en la sala, a castigar nuestras cervicales de forma desmesurada. Los tapeos del estribillo del tema fueron ejecutados con suma maestría, y poco nos importaron los acoples cuando Mike Sullivan accionaba su pedal de volumen hasta el fondo. El consiguiente aplauso fue de órdago.

Russian Circles

Cerraron la noche con la siempre vitoreada “Death Rides a Horse” de su primer álbum, que celebramos de tal manera, que a su conclusión, toda la sala nos quedamos plantificados viendo cómo abandonaban el escenario, obviamente sin decir “ni mu”, a la espera de que reaparecieran para marcarse unos bises, aunque –muy a nuestro pesar– no cayó esa breva. Qué hora y veinte más corta… Estos bribones saben cómo hacernos repetir.

Texto y fotos: Meri Gaig

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