Ahora que han pasado un par de días, aquí va mi reflexión sobre el concierto de Metallica en Madrid…
Creo que nunca un concierto estuvo tan empañado por la mala organización. Es el concierto que peor he visto (físicamente) en mi vida, y en el que más inseguridad he sentido. Un recinto enorme para una cantidad enorme de público… que fue tratado como ganado. 68000 personas entrando y saliendo por un pasillo, encajonados en un túnel en el que podía haber pasado cualquier cosa; falta de personal de seguridad; sin cobertura para los móviles (si la organización sabía que no la hay, debería haber avisado, o dejarse algo de pasta en una antena); con pocos baños (consecuencia: todo encharcado de meados por los alrededores); un terreno con la pendiente suficiente, cuesta abajo desde el escenario, para que no se pudiera ver si estabas más lejos de 20 metros; cerveza a 12+3 euros; colas kilométricas para sacar los malditos tokens… En definitiva, una organización muy deficiente por parte de Live Nation que impidió disfrutar del concierto como se debía (sobre todo por ese dineral). Cuando cobras 100 euros por cabeza tienes que ofrecer algo a cambio que lo justifique, y el peor festival de España ofrece mucho más y a un precio mucho más asequible.
La segunda reflexión es acerca del público: definitivamente un concierto de Metallica ya no es un concierto de heavy metal. Ya es uno de esos macroeventos a los que asisten todos aquellos que en su día nos llamaban macarras y delincuentes a los que nos gustaban desde los inicios. Evidentemente tiene derecho a asistir cualquiera que tenga una entrada, pero se llenó de idiotas (muchos) a los que lo que sonaba desde el escenario no les importaba una mierda. Es más, como en el patio de los colegios, donde nunca faltaban los abusones que quitaban el bocata a los más débiles, vi incluso un grupo de imbéciles que, amparados en su condición de manada de machitos, y ajenos a cualquier tipo de música, se dedicaban a robar y agredir a la peña cuando pagaban su cerveza a los chicos de la mochila (donde se pagaba en efectivo). Yo los sufrí, y después de un pequeño intercambio de golpes, «mochilaman», que lo vio en primera persona, me sacó de allí y ni perdí la pasta, ni la cerveza, ni la integridad física (sólo el vaso obligatorio de los 3 euros). ¿Seguridad? Ni uno se asomó a ver qué pasaba. ¿Solidaridad? Ninguna. Nunca jamás vi nada parecido en un concierto de heavy metal de verdad (y esto no es una crítica al grupo, por supuesto, sino al ambiente enrarecido que se ha empezado a crear en estos espectáculos de grandes grupos). Estábamos mejor cuando éramos los macarras y raros. Va a resultar que los delincuentes no éramos nosotros…
Mi tercera reflexión sí es para el concierto en sí. Por tercera vez consecutiva me fui con sabor agridulce. Parece que Metallica empieza a tener serias dificultades para elaborar un setlist sólido. El del viernes fue mejor que el anterior, en febrero de 2018, pero aún así, salvo el último tercio, estuvo muy falto de ritmo. Incluso hubo un agujero negro, coronado por una infame «versión» de Los Nikis, que casi consigue cargarse todo el esfuerzo. Con la cantidad de buenas canciones que tienen (no me refiero a la eterna lucha «clásico-nuevo», aunque también deberían estudiarlo), no puedo entenderlo. Y ya que estamos, ¿quién fue el iluminado que les aconsejó hacer lo de Los Nikis? Porque está claro que no fue idea suya ¿No había nada más acorde con el rock y el heavy metal español? Es más: ¿no había nada que fuera mucho más representativo de la música española, fuera del estilo que fuera? Está claro que a ese «amigo» no le gustan demasiado Metallica… y quería darse el capricho. Nadie del público cantó, el momento fue tremendamente confuso, y se convirtió en excusa para la mofa. Remontaron tirando de clásicos, en lo que fue sin duda la gran parte del show, pero el corte de rollo había sido demoledor. Resultado final, aprobado nada más. Podía haber sido memorable, pero llegaron tarde… Una lástima.
Fernando Galicia Poblet
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