PARADISE LOST + LUCIFER

05/11/2015 Salamandra, L´Hospitalet de Llobregat

Promotor: Rock N Rock

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No hay crónica en la que aparezca Nick Holmes de por medio que no esté exenta de polémica respecto a su registro y capacidad vocal y más desde que ocupa el puesto de vocalista también en Bloodbath (el guitarra Per Eriksson se dejó caer por allí) y desde que Paradise Lost han optado por una vuelta a sus raíces en este nuevo trabajo “The plague within”. Ver a Nick Holmes en directo te hace estar en vilo todo el concierto y temiendo por si salva los muebles o acaba por destrozarlos. Hablaré de ello más tarde, aunque ya adelanto que a pesar de algunas carencias fue un conciertazo. La polémica, una vez más, está servida.

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En esta gira de presentación por Europa de “The plague within”, a Paradise Lost les acompañan los berlineses Lucifer, quienes a su vez presentaban su primer trabajo “Lucifer I”. Con algo de retraso sobre el horario establecido por la promotora y todavía con una sala medio vacía, salían a escena Lucifer con la rubia Johanna Sadonis al frente. Cuarenta minutos estuvieron sobre las tablas de la grande de las Salamandra, donde interpretaron temas como “Anubis”, “Sabbath”, “White mountain” donde Johanna negó rotundamente que estuviera dedicada a la cocaína o “Izrael”. Buena dosis, aunque algo lineal, de Rock/Doom de corte ocultista para calentar a una sala que ya se encontraba llena casi en su totalidad.

Es innegable, y a la vista estuvo, que aún existe una legión de fans de los viejos Paradise Lost que deseaban verles de nuevo con aquel sonido Doom Metal que les hizo populares en medio mundo y que parece que con “The plague within” han logrado rescatar. La vista no engaña. Hace tres años, en la gira de “Tragic Idol” en Razz 2, solo lograron llenar media sala y esta vez, en su primera vez en Salamandra casi cuelgan el sold out en la puerta, cosa que han logrado en varias ciudades de la República Checa o Polonia. Ambientazo de lujo para ver a una banda que lleva en activo cerca de treinta años, que ha experimentado todo tipo de sonoridades y estilos musicales y, lo más importante, dejando huella en todas y cada una de sus publicaciones.

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El riff inicial de Gregor en “No hope in sight” daba el pistoletazo de salida a un concierto que empezó sonando algo saturado y a un volumen excesivo y que fue mejorando conforme iban avanzando los temas. Tras ellos, una enorme lona que cubría toda la parte trasera muy bien iluminada con la impresión de la putrefacta portada de “The plague within” y dos lonas laterales con parte de la ilustración en ellas. Y en el primer tema surgen las dudas de si Holmes usa ayuda por parte de la mesa a la hora de rasgar la voz o realmente es capaz de hacerlas sin ayuda de la tecnología.

Sea como fuere y a pesar de que Holmes hace tiempo que no llega a las partes más agudas, en esta ocasión se le vio más cómodo y menos desafinado que de costumbre. Obviamente, pocos tienen el privilegio y la suerte de mantener su voz intacta después de treinta años de carretera, pero lo que sigue siendo incomprensible es que a día de hoy todavía busque excusas en diseños (según él) erróneos de fabricación de los micrófonos o el buscar con gestos incoherentes entre bambalinas “algo” inexistente para justificar su incapacidad para llegar a los tonos más altos. Todos somos humanos, señor Holmes, ya le conocemos y volveremos a perdonárselo una vez más, ya no nos es extraño…

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Paradise Lost han sido, son y serán una banda estática en el escenario como ingleses que son, exceptuando al gran Gregor Mackintosh, quien sigue haciéndonos gozar con sus extensos y melancólicos solos y a Aaron Aedy quien, una vez más, volvió a dejarse la nuca con sus movimientos engorilados. Por otra parte, un cada vez más “fuerte” Steve Edmonson y su bajo no se movieron de su baldosa y eso sí: labor espectacular la del jovencísimo finés Waltteri Väyrynen, quien también hace las veces de batería en Vallenfyre y quien sustituye una vez más al ocupadísimo Adrian Erlandsson, que sigue de gira con At The Gates. La gente tenía ganas de clásicos y, a la que sonó “Widow”, se desató la locura. Le siguió “The painless”, tema que encaja perfectamente con el set list confeccionado para esta gira, aunque no les temblara el pulso para atacar seguidamente con “Erased”. “Praise lamented shade” es un buen tema, pero considero que relajó los ánimos y es que, extrañamente, Paradise Lost no eligen en esta gira un tema de “In requiem”, sino dos. Ya avisó Nick Holmes que, al que no hubiera escuchado “The plague within”, la noche le parecería una mierda ya que iban a tocar casi en su totalidad el nuevo trabajo; así pues, la siguiente en ser interpretada fue “Victim of the past”, uno de los temas que primero vio la luz en el directo que grabaron hace pocos meses en Plovdid (Bulgaria) para su próximo DVD “Symphony of the lost” junto a la orquesta filarmónica de dicha localidad. Las cuatro primeras notas de “Enchantment” hicieron estallar de alegría al público, y seguidamente un Nick Holmes más hablador y “simpático” que de costumbre avisaba que iban a tocar el tema más rápido y más lento del disco y de los que han compuesto jamás. Así pues, tocaron “Flesh from the bone” donde, perplejos, vimos cómo se originaba un bestial moshpit, sí: un moshpit donde más de uno salió calentito y, seguidamente, la impresionante “Beneath broken earth”, que sonó perfecta y aplastante, dejándonos las venas heladas por momentos.

Gregor Mackintosh

sigue haciéndonos gozar con sus extensos y melancólicos solos

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Tema tras tema, le tocó el turno a otra pieza clave dentro de este puzzle Doom como es “As I die” ¡y donde el bajo de Steve sonó espectacular! Para marcharse antes de los bises, segundo tema de “In requiem” y que, a su vez, da título al disco de 2007, donde Nick sufrió lo suyo para llegar.

Fin de fiesta con un bloque de cuatro temas como fueron “Return to the sun” y su coro épico inicial pregrabado, “Faith divides us – Death united us” con el público cantando el estribillo a viva voz, “An eternity of flies” con un Gregor asesino a la guitarra y la (a estas alturas) prescindible “Say just words”, que puso Salamandra patas arriba con una descarga de una hora y veinte minutos, ni un minuto más ni uno menos, para no perder la costumbre.

Posiblemente, de la infinidad de veces que les he visto en directo, y obviamente sin contar con los conciertos de las giras de los noventa, una de sus mejores noches en Barcelona. Por haber vuelto a conquistar al público que habían abandonado hace años, por sonido y por repertorio elegido, definitivamente sí.

Texto: Jero García.

Fotos: Irene Serrano

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