LISTENING PARTY
OBSIDIAN KINGDOM – A Year With No Summer
28.11.2015, Centro de Arte Mutuo, Barcelona
Puntual como un clavo me plantaba en el Centro de Arte Mutuo, en pleno corazón de la Ciudad Condal. EMPIRE habíamos sido invitados a un ineludible evento de lo más especial y exclusivo, organizado por los chicos de Obsidian Kingdom, una de nuestras ya declaradas bandas fetiche. Fuimos congregados junto a otros medios de la prensa musical, ni más ni menos que a la Listening Party de «A Year With No Summer”, su nuevo trabajo de estudio, que saldrá a la venta el próximo 11 de marzo a través de Season of Mist. La expectación era máxima puesto que en las últimas semanas han ido calentando a la gente colgando diversos videos con inteligibles diarios de estudio y parcos adelantos, que no han hecho más que dejarnos con la miel en los labios.
Tras saludar e intercambiar unas palabras con los ajetreados anfitriones, me obsequiaron con unos vales de consumición para la barra del centro, así como de un flyer de la Listening Party –que pienso conservar con especial cariño–, que contenía información acerca del disco, incluyendo un críptico listado con los nombres de los temas, usando una orgía de caracteres apócrifos y que no voy a desvelar. Descifrarlo fue un distendido pasatiempo para amenizar la espera hasta que diese comienzo la audición, y mientras, también disfrutaba del hilo musical compuesto por una de las singulares y eclécticas listas de reproducción con las que la banda suele deleitarnos a menudo.
La decoración de la sala de escucha era totalmente urbana, con una variada colección de sillas añejas, de entre las que me costó decidirme por una. Quería poder admirar las proyecciones con las que acompañarían la escucha sin obstáculos. Poco a poco, los asientos se fueron ocupando, y cuando la sala estuvo lo suficientemente concurrida, Rider G Omega nos dio la bienvenida e hizo una breve presentación del disco. Entre risas, comentó lo extraño que es el momento en el que por fin tienes el disco listo en tus manos, pero debes esperar unos meses a que este salga a la calle.
Y el momento llegó. Se atenuaron las luces, empezaron las proyecciones, y el suave inicio del disco empezó a sonar, una evocadora base de sonidos sintéticos acompañada de una omnipresente y grandiosa batería acústica, hasta que nos azotó con un súbito porrazo sonoro. Clavamos nuestras miradas en la proyección con inquietantes y sucesivos retratos de gente contemplando con la mirada perdida diversos pantallazos de ordenador “glicheados». Está claro, que la orientación de estética visual de la banda abandona las perturbadoras imágenes en blanco y negro con las que solían acompañar su anterior trabajo para acercarse más a este estilo tan cautivador como es el glitch; errores informáticos sobre imágenes digitales, un arte que Zero Æmeour Íggdrasil domina con maestría, y que plasma a la perfección en lo acústico gracias a sus sintetizadores. Todo un alarife de los “ruiditos”. El primer tema ya es toda una declaración de intenciones; han abrazado la música electrónica y coquetean con ella sin temor, de una manera totalmente experimental; consiguen cortar el aliento del oyente, pues el tema requiere de toda su atención.En la misma línea va el siguiente corte, que empieza con una enigmática locución de un importantísimo colaborador que no revelaremos, sobre una base Drone como estelar co-protagonista. El Drone no es un estilo que les venga de nuevo a Obsidian Kingdom, puesto que ya habían experimentado con él en numerosas ocasiones en sus cautivadores Drone Sets. Escenas de una gélida Barcelona en la proyección. Un tema eminentemente ambiental con un enigmático final. Hablando con Ojete Mordaza II al terminar la sesión, nos dijo que él considera el disco como «un álbum de batería y bajo» y no le falta razón, pues todo se nota enhebrado en torno a estos dos vitales instrumentos, que llevan el hilo conductor en todo momento. Y el recién llegado Om Rex Orale se desenvuelve con total soltura a las cuatro cuerdas.
Muy distinta empieza tercera canción, con esa destacada base rítmica que comentábamos, a la que se suman las densas guitarras de Seerborn Ape Tot y las casi irreconocibles voces del frontman. Un tema más rockero, si se me permite la expresión, pero que se va retorciendo hacia un desarrollo inquietantemente oscuro, como bien adelanta su título, «ĐA4¿N맧», acompañado en la proyección por esotéricos glifos de logias secretas y demás simbologías ocultistas. No estamos ante un disco sencillo. «A Year With No Summer» se postula como uno de esos álbumes en los que, escucha tras escucha, el oyente percibe nuevos detalles, y el disco toma una noción evolutiva muy rica y de lo más orgánica. Como ya ocurría con «Mantiis», es imposible comprender la inmensidad de la obra si no es escuchada de cabo a rabo, aunque si bien en esta ocasión parece que han optado por establecer silencios entre las pistas, seguimos estando ante un disco eminentemente conceptual.
Repite Jorge Mur en el importante trabajo que es la producción, pero esta vez acompañado del colombiano Jaime Gómez Arellano, de los Orgone Studios de Londres (Ulver, Paradise Lost, Ghost, Hexvesel, Oranssi Pazuzu…), donde también se hizo la grabación y mezcla. Me muero de ganas de poder apreciar el resultado con todo lujo de detalles desde unos buenos auriculares.
Y no pensamos adelantar más sobre el resto de cortes. Lo que está claro es que se han alejado bastante de la propuesta que nos ofrecieron con su primera obra completa. Estamos ante unos músicos totalmente inconformistas, y con unas inmensas inquietudes artísticas. Y aun siendo un disco tan distinto del «Mantiis» como es, se puede percibir clarísimamente el sello Obsidian Kingdom en cada uno de los bocados de la propuesta, ya que adjetivos como “oscuro», “frío» y “cruel» siguen como máximas del grupo, y al intentar atribuirle un género musical, caemos irremediablemente en un estrepitoso fracaso. Es música dura. ¿Metal? Quizás sí, pero muy difuso.
La audición se nos hizo tan corta que, al finalizar, la sala permaneció muda durante unos largos instantes, atónitos y embelesados. Tuvo que ser Rider G Omega quien rompiera el hiato y arrancara el sentido aplauso final con el que nos íbamos a despedir del disco durante estos tres largos y fríos meses de espera.
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