«Me jubilaré cuando el de arriba me llame», decía Riley B. King -B. B. King- hace unos años a las preguntas de un periodista del diario «El País». Pues hoy ha tocado recoger los bártulos y dejar al mundo del Blues, de cuya expansión y renovación él fue artifice una y otra vez, huérfano. Incluso manco y con un poco más de espacio en el pecho.
Se hizo a sí mismo tras empezar a darle a la guitarra mientras alternaba sus actuaciones callejeras con el trabajo esclavo que era recoger algodón bajo el sol de Mississippi. Con Lucille (su Gibson ES-335) dio la vuelta al mundo mil veces asombrando a propios y extraños e influyendo de forma indeleble a artistas de talla universal y estilos dispares: desde la música de entrañas de Raimundo Amador hasta la sensibilidad escondida en las manos de Eric «Slow hand» Clapton. 89 años de vida con el Blues a las espaldas.
Recoged el testigo y sed consecuentes con el legado, bluesmen. Día triste. Blue day.
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