ROCKTIEMBRE
17 de septiembre de 2016
Plaza de toros de Las Ventas (Madrid)

El pasado 17 de septiembre tuvo lugar en Madrid el Festival Rocktiembre 2016. Una cita que se antojaba interesante por varios motivos, y que no podíamos perdernos. En primer lugar, por historia: se intentaba rememorar el Festival Rocktiembre del 78; aquel que se celebró en la plaza de toros de Vistalegre, y que marcó una época para el rock español, pese a que organizativamente fue un verdadero desastre. En segundo lugar, por romanticismo: en este 2016 se reunía un buen elenco de bandas clásicas del rock español (del rock de verdad, se entiende), parte de las cuales participaron en la cita del 78. En tercer lugar, por reivindicación: era una fiesta del rock español, en castellano, con nombres a los que la maquinaria del mainstream decidió olvidar deliberadamente, y que siguen ahí al pie del cañón a pesar de todo. En cuarto lugar, por calidad: pocas veces un festival de música española ha reunido tanta clase y saber hacer sobre un mismo escenario. En definitiva, motivos suficientes (y suficientemente atractivos) como para resultar una de las citas imprescindibles del año. Vayamos por partes.

He de reconocer que, cuando se anunció este festival, un servidor se mostró muy escéptico acerca del poder de convocatoria. Cierto es que los grupos son de sobra conocidos, pero tal y como está el patio en cuanto a asistencia a conciertos, todo indicaba que sería un batacazo épico. Si el Rocktiembre del 78 fue un desastre para el promotor porque la mayor parte del público se coló sin pagar entrada, el Rocktiembre 2016 apuntaba al mismo destino, aunque casi por lo contrario: la cantidad de gente que estuviera dispuesta a asistir y a pagar una entrada (que, dicho sea de paso, rondaba los cuarenta euros). Para mi sorpresa y satisfacción, el público madrileño respondió, y Las Ventas mostraron un aspecto fantástico prácticamente desde primera hora. Se podría abrir un debate acerca de ello, y de la importancia del apoyo de los medios de masas (el festival estuvo respaldado por Rock FM, y mirando detenidamente al público se podían distinguir grupos de gente cuando menos extraña en un concierto de rock), pero lo cierto es que hubo llenazo, para el bien de las bandas, de los promotores, y del propio público. Y eso es lo que al final importa.

Otro aspecto a destacar es la intención de los organizadores por celebrar una fiesta del rock español con auténticos e históricos grupos de rock, lejos de los habituales pastiches comerciales de grupos de pop de los ochenta “vendidos a más” (sí, esos que parece que, sin hacer rock, nos intentan vender continuamente como lo único rockero que hubo a principios de década). Ver en un mismo escenario a Coz, Topo, Asfalto, Burning, Ñu y Barón Rojo es realmente una regresión a tiempos mejores, en los que el Rock surgió en España como un grito de libertad, y en los que, precisamente por ello, el Rock Urbano y el Rock Duro le daban sopa con ondas a cualquier otro género musical (¡que no os engañen!). Diferente asunto es el de querer rememorar a aquellos artistas con estos grupos: a primera vista, los únicos que repetían Rocktiembre eran Coz y Topo, pues tanto Mad, como Leño y Cucharada han pasado a mejor vida. Pero si escarbamos un poco descubrimos detalles curiosos, como el hecho de que Coz, en el 78, estaba liderado por los hermanos De Castro (lo cual habilita a “sus” Barón Rojo como parte del elenco de 2016) y sin Juan Márquez (que el otro día sí estuvo con “sus” Coz, pero que en el 78 lideraba Mad, “justificando” su presencia de forma particular). O que también en Coz se encontraba, por entonces, Tony Urbano, compartiendo cartel con los Leño de Chiqui Mariscal (al que terminaría sustituyendo). Tal vez por eso nadie entendió la ausencia de Rosendo en la cita, o al menos un homenaje a Leño, banda insigne del Rock Urbano madrileño. ¿Otro detalle romántico? La fecha (17 de septiembre) casi coincide con la del 78 (22 de septiembre), ahí es nada.

En relación al cartel de 2016, más allá de lo comentado, ha habido luces y sombras. Como luces, es evidente que Coz y Topo debían estar “por alusiones”, y que ha sido un acierto incluir a nombres de grupos coetáneos y de igual o mayor importancia en la historia de la música española. Es el caso de Asfalto (la “media naranja” de Topo, y sin los cuales no se puede entender la existencia de éstos), de Burning (representantes genuinos de la otra facción del Rock Urbano, más cercana al mainstream, pero más macarra si cabe en cuando a chulería e imagen), de Barón Rojo (no sólo por los De Castro, sino por haber sido el abanderado del Heavy Metal nacional), y de Ñu (pieza básica para que el Heavy Metal arraigara en el país, mucho antes de los primeros acordes de Barón Rojo). Pero las sombras están ahí, y no fueron pocos los que salieron comentando lo evidente: que faltaron, sin discusión, Rosendo (como superviviente del 78, como líder de Leño y como abanderado del Rock español), Sherpa (tan importante como los De Castro en la existencia de Barón Rojo) y Obús, que hubieran puesto Las Ventas patas arriba, sin lugar a dudas. ¿Grandes olvidados? ¿Mano negra? ¿Negativa? ¿Problemas de agenda? Rumores hay, y no dejan en buen lugar ni a los promotores ni a alguno de los participantes, pero la duda tendrá que seguir ahí. En cualquier caso, el “y muchos más” que bien se indicaba en la promoción del festival (y que justificaba el precio de la entrada) se quedó en eso, una mera frase de marketing.

Metiéndonos en harina, Rocktiembre 2016 estuvo presentado por el Pirata y Mariskal Romero, grandes nombres del periodismo musical español, y de la radio de Rock en particular. Encomiable su esfuerzo por animar al personal y por rememorar el Rocktiembre del 78, aunque un poco cansina tanta loa a Rock FM y a sus compañeros de emisora (algunos dirán que es lógico sabiendo que ahora ambos forman parte de su parrilla, pero lo cierto es que tanta autocomplacencia y peloteo fue empalagoso).

Coz salieron a escena a las 18h, con la difícil tarea de encender el fuego. El festival comenzó algo frío, con los tendido llenos, y la pista con un tercio aproximadamente de su aforo, pero los de Juan Márquez supieron ir ganando terreno. Esta formación de Coz, además de con Márquez, cuenta con históricos en sus filas a los que fue un gustazo volver a ver. Es el caso del batería Enrique Ballesteros (Blue Bar, Cráter, Ñu, Bella Bestia, Banzai…) o el teclista Snoopy (co-fundador de Banzai). O con habituales como Miguel Ángel López “Cachorro”, presente en un buen número de revivals españoles, como este de Coz o el de Panzer. En cuanto al setlist, como era de esperar, una lista de clásicos: “Abran fuego” era la más indicada para empezar, seguida por “Leche en polvo”, “Te persigue un cowboy” y “Bate de béisbol”, con la que dejaron preparado su asalto a la apoteósica recta final: “Más sexy” levantó por primera vez al público (ya se sabe, los clásicos nunca mueren), una muy sentida “Imagínate por qué” (en la que, por la pantalla de fondo, pusieron imágenes de muchos de los fallecidos de nuestro rock en los últimos años), “Las chicas son guerreras” (la más ovacionada de todas, y evidentemente la más conocida gracias a la radio), y “Juega para ganar”, con la que se despidieron entre grandes aplausos. No contaron con el mejor sonido, algo que lastró su actuación, pero no se puede negar que están en un muy buen nivel.

A las 19h en punto salieron Topo al escenario, como bien se encargó de remarcar el logo fijo que les acompañó durante toda su actuación desde la pantalla central. Unos Topo que están en estado de gracia, y que serían de lo mejor de todo el evento. Con el recinto ya bastante lleno, comenzaron rememorando tiempos difíciles con “Los chicos están mal”, y empalmaron con “Marea negra”, tan vigente como entonces. El sonido estaba siendo fantástico, y durante los siguientes minutos prestaron especial atención a sus álbumes Topo y Marea negra (sobre todo), posiblemente los más aclamados de su carrera. Eso no quita para que también incluyeran alguna de otros discos, como “Ciudad de músicos”. “El blues del Dandy” puso algo de pausa, pero con “Vallecas 1996” la plaza se venía abajo, con el público cantando a pleno pulmón. José Luis Jiménez dedicó “Colores” a España: “Un país maravilloso en el que hay muchos gilipollas”, y después atacaron “Tráeme tu amor”, esa fantástica versión del “Bring it on home to me” de Sam Cooke con la que la han hecho completamente suya. Quisieron tocar un tema nuevo, pero por motivos de tiempo no les dejaron; así que abordaron el final, como no podía ser de otra manera, con un sublime “Días de escuela” en la que todos, sin excepción, nos dejamos la garganta, y un fabuloso “Mis amigos dónde estarán” con la que, de nuevo, “hicieron la revolución”. Un diez para Topo, pura clase y elegancia, que se llevaron una tremenda ovación.

Y cuando parecía que nadie iba a ser capaz de superar lo de Topo, apareció José Carlos Molina con sus huestes para reventar Las Ventas. Literalmente. Lo de Ñu fue apoteósico, tanto por actitud como por repertorio y sonido. “Preparan” dio el pistoletazo de salida a una actuación potente y bien pensada, que no dejó ni respirar tanto a los fans más acérrimos de la banda como a los recién llegados al Rock español. Sin tiempo para pensar, sin mediar palabra, y con un sonido perfecto, cayeron “No hay ningún loco” y “La granja del loco” (efectivamente, mucha locura junta que dio resultado, pues incluso en las gradas la gente estaba ya de pie). Ahora sí, saludo al personal, y a seguir avivando el “Fuego”, que sonó demoledora. No había duda: Ñu habían venido a reinar el Rocktiembre, y a fe que lo hicieron. La calma llegó con una preciosa “Ella”, y con “Sé quién” el público estaba entregado completamente. La recta final incluía sorpresa, y la violinista Judith Mateo salió al escenario para tocar “El tren” (que acabaría desembocando en folk irlandés, poniendo a la gente a bailar) y “El flautista”, que no podía faltar en una cita histórica como esta. “Más duro que nunca”, más que una canción, fue una declaración de intenciones, y a la vez la última de su show, pues no les dejaron interpretar “Tocaba correr” (aunque el Molina aún se acercó al micro para cantar una estrofa, tirando de picardía y sin poder evitar mostrar cierto malestar). La banda es un cañón, con un Peter Mayer que no deja de ser un espectáculo a los teclados, y un Luis Calzada que ha mejorado bastante con su guitarra el sonido del grupo. Enormes Ñu, y enorme derroche de calidad y actitud.

Siguiendo con la gran puntualidad que se mantuvo durante toda la cita, Asfalto salieron a escena a las 21h. Desde el principio, flojo, con “No estás solo”, se notaba que algo no era como siempre en su directo. De hecho, la sensación que me quedó al final de su show era el de unos Asfalto desconocidos; unos Asfalto que habían abandonado su sonido clásico de rock urbano para acercarse al del rock duro… Pero sin hacer rock duro. Vestidos completamente de blanco, fueron desgranando un setlist que no fue el más adecuado para una cita como esta. “Ya está bien” sonó extraña, muy alta, con un volumen excesivo en la guitarra de Paul, algo que sería la tónica general. No es que sonara mal, ojo: todo estaba nítido, pero aquello no sonaba a Asfalto. “Más que una intención” invitaba a cantar, pero “Molinos de viento” enfriaba el ambiente otra vez, y “La batalla” intentaba volver a levantar el ánimo. Pero lo más extraño fue volver a escuchar “Días de escuela”… Sí, esa misma que Topo habían bordado minutos atrás. Error garrafal, porque las comparaciones son odiosas… y Asfalto salieron perdiendo por paliza pese a ser nominalmente suya (que no compositivamente, cuidado). Y digo yo: ¿No podían haber hablado antes? ¿No podían haber invitado a Lele y José Luis a cantarla (o viceversa, claro)? Y en el peor de los casos ¿No podían haberla cambiado por otro clásico? Ellos sabrán, pero una vez hecho así creo que se equivocaron sin duda alguna. Sólo quedaba remediarlo, y lo intentaron con “Rocinante”, siempre emotiva pese a bajar las revoluciones. “Es nuestro momento” retomaba el pulso, sirviendo en bandeja un “Capitán Trueno” que no podía faltar esta noche, y que puso el broche en todo lo alto. Al final, sensación extraña: buen concierto, a ellos se les veía felices (especialmente a Julio Castejón, que no podía disimular su satisfacción), pero (insisto) no habían sido los Asfalto de siempre, con un sonido distinto al habitual, y un setlist que podía haber sido muchísimo mejor si se hubieran centrado en los clásicos indiscutibles, que por otra parte eran los que demandaba el evento. Los tiempos cambian, está claro.

Barón Rojo hicieron acto de aparición a las 22h10, y lo hicieron como un elefante en una cacharrería: con “Rockero indomable”… o eso parecía, porque la voz, además de estar mucho más alta que los instrumentos, estaba totalmente fuera de tono. Terrorífico. Menos mal que en segundo lugar tocaron “El Barón vuela sobre Inglaterra”, porque fue la única manera de ecualizar todo lo demás, y de pensar que lo de antes había sido un espejismo. A partir de aquí, y siendo justos, cambió la película (más o menos). Para ser objetivo, debo decir que es la vez que mejor he visto al Barón de Castro desde que tengo memoria. ¿Significa esto que su actuación fue buena? Pues no, pero tampoco desastrosa. También es verdad que la última vez que los vi fue en el Rock Fest, en Barcelona, en el mes de julio… y fue un espectáculo tan lamentable que cualquier cosa, por poco que fuera, estaba abocada a mejorarlo. El mayor acierto de Barón Rojo en esta ocasión fue la elección del setlist: si en Rock Fest lo basaron en los temas cantados antaño por Sherpa, y en otros de factura mucho más reciente, en Rocktiembre hicieron lo contrario, y estuvo plagado de canciones de las que cantaba Carlos en los discos más clásicos. El problema es que Carlos hace mucho que no canta… Y, o no se dan cuenta, o no quieren hacerlo. De verdad, por momentos aquello era como escuchar a Cañita Brava y su vibrato demoledor, condicionando el resto del show. Tal vez por ello, y de nuevo acertando, Armando tomó las riendas vocales en “Chica de la ciudad”, dando descanso a su hermano. El sonido mejoró (sin exagerar) con “Incomunicación” y “Las flores del mal”, y la gente se animó. De nuevo Armando se acercó al micro con “Hermano del Rock and Roll” (dos veces en menos de media hora, lo cual fue significativo), y llegaron al último tercio del concierto en condiciones más o menos decentes. Así, “Con Botas Sucias” y “Volumen Brutal” mantuvieron el nivel alcanzado en los últimos temas, y dieron paso a “Resistiré”, única canción de Sherpa de todo el set, y que defendieron con dignidad (instrumental, claro). La mejor quedó para el final, y “Cuerdas de acero” consiguió hacernos cantar a (casi) todos. ¿Balance final? Decepción, y lo que todo el mundo comenta desde hace mucho tiempo: Barón Rojo es la conjunción de los cuatro miembros originales (especialmente de Sherpa y Armando), y lo que pasó por Rocktiembre fue, pese a haber mostrado mejoría (y pese al buen hacer de Ángel y Rafa al bajo y batería respectivamente), un nuevo esperpento que no hace sino arrastrar la gloria de un nombre mítico para el Rock español. En su momento podían haber buscado incluso un cantante, pero a estas alturas o vuelve Sherpa, o lo mejor que podrían hacer sería jubilar al viejo triplano con un concierto de reunión en condiciones, y dejarlo por todo lo alto, de donde no debió bajar nunca.

El último grupo en salir fue Burning, a la sazón el que presentaba un estilo más diferente al resto. Más aún si cabe con el formato con el se presentaron a Rocktiembre, y que incluyó sección de metales y coristas. Comenzaron con “Madrid”, toda una declaración de intenciones, y desde el principio gozaron, a diferencia de Barón Rojo, de un sonido espectacular. Al igual que Ñu, decidieron no dejarse nada en la reserva, y su setlist fue, en general, una sucesión de clásicos muy clásicos, como “Jim Dinamita” (cuya letra hoy enviaría a su autor a la trena sin derecho a fianza), “Willie Dixon” o “Tú te lo llevas todo”. A su favor contaron con que su actuación era la más larga de la noche, por lo que tuvieron tiempo de meter algún clásico de ahora, como “Todo a cien”, de su álbum Pura Sangre (2013), y que no desentonó con el resto. “¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este?”, paradójicamente, despertó a los que ya estaban doblando los ojos. Tal vez sea un súper hit, pero lo cierto es que a mí siempre me pareció un poco plomo, y de hecho le cortó el rollo a los más rockeros de la plaza con sus bajas revoluciones. Pero hay tocarlo, y ahí estaba. “Bestia azul”, otro tema reciente (también de Pura Sangre), volvió a tomar las pulsaciones al público, justo antes de que Johnny, frenético durante todo el show, anunciara que iban a tocar “la primera canción que grabaron, en 1974”. “I’m Burning”. Un lujo poder escucharla esta noche. La traca final se inició con “Ginebra seca” (guiño final a “Jumpin’ Jack Flash” incluido), para dar paso a “Esto es un atraco, nena”, “Eres especial” y “Mueve tus caderas” (y que puso al público inevitablemente de pie). Gran concierto de Burning, que dejó buenísimas sensaciones y un derroche de calidad tremendo. Si tuviera que poner una pega sería que, esta noche, por lo que significaba, deberían haberse presentado en formato rockero, sin tanto artificio. Que fue un lujo, sí, pero no era el día.

El colofón al festival vendría a continuación, con todos los participantes sobre el escenario interpretando “Sábado a la noche”, de Moris. Bueno, todos no, porque al menos desde mi posición no pude ver a Johnny Cifuentes ni a nadie de Barón Rojo (los motivos los desconozco, pero me pareció un detalle feo). Más allá de que la versión fuera un auténtico desastre (si el Molina se hubiera arrancado a cantar la cordera nos lo hubiéramos pasado mucho mejor), creo que la organización volvió a meter la pata: ¿Por qué Moris y “Sábado a la noche”? ¿Y si hubiera sido una de Leño, que estuvieron en Rocktiembre 78, y que hubiera servido también como homenaje a Tony Urbano, Chiqui Mariscal y los rockeros que ya no están? ¡Lo tenían a huevo! Vuelvo a lo que dije al principio: algo raro sobrevoló esta edición de Rocktiembre con determinados grupos. Una pena.

Como conclusión, Rocktiembre 2016 fue una fiesta de auténtico Rock español con sabor muy madrileño, y como tal hay que celebrarlo. Anunciaron otra edición para el año que viene, que espero que se haga realidad, y en la que espero ver a Rosendo (y si fuera con Ramiro haciendo repertorio de Leño…), a Sherpa y a Obús, grandes ausentes de la cita. Pero hubo sombras, y también hay que decirlo. Para empezar, dichas ausencias y sus motivos; faltaron también reuniones, aunque fueran de una noche, como símbolo de hermanamiento rockero, y que hubieran hecho felices a más de uno. La ocasión para dejar atrás viejas rencillas estaba ahí, y no se supo aprovechar. Y faltaron detalles, como un homenaje realmente sentido a los fallecidos del rock nacional a lo largo de todos estos años. Quedará pendiente. ¡Larga vida al Rock! Nos vemos en 2017.

Texto: Fernando Galicia Poblet