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KORPIKLAANI + ARKONA + HEIDEVOLK + TROLLFEST
24.02.2018, Sala Salamandra 1, L’Hopsitalet de Llobregat
Promotor: Madness Live

Al evento que se nos venía por delante le llamaban la gira del Folk Metal del año. Si, estamos en febrero, pero ya no es que la alineación esté o no a la altura, si no que el tratamiento que se le dio al evento merece tamaña insignia. Y es que lo interesante es que todos los grupos fueron tratados «casi» como cabeza de cartel otorgándoles tiempo suficiente para desarrollar un show, si no completo, casi. Los cuatro contaron con alrededor de una hora para tocar. Trollfest y Heidevolk estuvieron más de 45 minutos en escena y Arkona y Korpiklaani ya gozaron de algo más de tiempo. A causa de esto el concierto empezó especialmente pronto (se abrían puertas a las 16h30 de la tarde), lo cual me hizo temerme lo peor ya que en la comunidad la hora de la siesta es la hora de la siesta, y ya estaba visualizando medio vacía para los primeros grupos.

Cual fue mi sorpresa cuando entré, y aparte de encontrarme al cantante de Trollfest – ya empezados- con un sombrero de globos más grande que él mismo, me topé con una sala totalmente llena y muy activa y entregada. La verdad, se me dibujó una sonrisa. La cosa pintaba muy bien. Trollfest hacen honor tanto al troll como al fest que forman su nombre. El troll por la falta de vergüenza alguna a la hora de hacer el ridículo en pos de dicha fiesta, que la llevan en los genes. Los tipos tenían el público en el bolsillo desde buen principio.

Me hubiese encantado verlos conseguir la complicidad de aquellos despistados que no supiesen de la cover de “Toxic” (sí, sí, la de Britney Spears) al instante, pero no llegué a tiempo. Sin embargo, no tardé en entrar en su juego de lucecitas, globos y mucha fiesta. Porque sí, Trollfest suenan a fiesta del pueblo, pero están un peldaño por encima del concepto. El magnetismo que desprenden y el talento que hay tras esos instrumentistas los convierten en una propuesta mas sólida de lo que pueden aparentar y además tienen un directo envidiable. No todo el mundo es capaz de convertir una sala entera en una conga gigante a las cinco de la tarde.

La verdad es que Heidevolk tenían una papeleta bastante importante ya que el ambiente se había caldeado en tono festivo y su propuesta, mucho mas sobria, podía romper bastante con un público que estaba ahora mismo más listo para ver a Korpiklaani que a estos vikingos.
Salieron a escena con el guión bien aprendido. Pose imponente y, sobre todo, la solemnidad por bandera. Sin embargo, parecía haber una barrera todavía entre público y grupo. Y es que no fue hasta que empezaron a entonar sus temas de mayor épica instrumental que el público empezó a venirse arriba y así el grupo empezase a ganar soltura y dejarse ir. Está claro que creen en lo que hacen, y esa es su principal arma.

El concierto fue de menos a más, sin embargo, al igual que en sus discos, noté una sensación de continuo altibajo. Y es que, como digo, el grupo funciona infinitamente mejor cuando usan la épica instrumental y se ponen mas cercanos al Power Metal (¡salvando las distancias!) que cuando entonan los cánticos vikingos de tono mas ambiental, que hace que se sientan llanos. Eso les quita vida y es una lástima por que técnica no les falta. Tal vez, afinar algo más en futuras composiciones y dejar que el público se haga algo más suyo el espectáculo haga que se dejen llevar un poco más.
Pero desde luego, y si con algo vale la pena quedarse, es que terminaron conquistando al respetable, que terminó realmente entregado. Sobre todo a la hora de corear “Vulgaris magistralis”, que tocaron como despedida, lo cual aún apoya más mi teoría de que funcionan mejor cuanto más arriba se vienen.

Llegaba uno de los momentos más esperados de aquella tarde noche. Se oían maravillas del directo de Arkona, y para muchos era el grupo que más nos apetecía del cartel. Al menos por saciar la curiosidad de como defenderían un trabajo tan potente como “Khram” en directo. Dada la composición del disco no estaban ante tarea fácil. Pero tras la introducción, absolutamente inmersiva, nos dábamos cuenta de que, como mínimo, espectáculo tendríamos.
Y así fue. La banda mezcla su imponente teatralidad con su buen hacer compositivo creando un show que mas allá de animar al público a menearse y dejarse el cuello, trata de erizarnos el vello. Un grupo contemplativo y un punto y aparte a procesar. Su primera mitad del concierto la dedicaron a una sucesión de temas exclusivamente de “Khram”, respetando así el que diese tiempo a crear las atmosferas que consigue el disco. Árdua tarea, pero completada sin mayor problema que el corte de sonido que nos dejó sin el tramo final de “Shtorm”, tema con el que abrían. Suerte que Andrey Ischenko, a la batería, supo salvar la papeleta de forma elegante, con un solo mientras los demás componentes arreglaban el corte. Entretanto el público no paró de corear el nombre del grupo creando así una comunión realmente bonita entre ambas partes. El grupo volvió a escena agradeciendo el apoyo del público entregándonos tranquilamente media hora más de su último trabajo, incluidos los diecisiete minutos de “Tseluya zhizn’”.
Y una vez cerrado este primer tramo forrado de brutalidad (en directo su faceta mas blacker se acentúa sustancialmente), atmósfera y puro ritual, cambiaron de tercio para abrazar su parte más folk y festiva. Coronadas por sus “Goi, rode, goi!” y “Stenka no stenku”, que volvieron loco al personal que saltó y bailó como si del grupo principal se tratase, dejando así preparado de manera perfecta el ambiente para los cabezas de la noche, que sin esta transición hubiesen sido más difíciles de asimilar.

Tras el cambio más largo de la noche, y sin muchas florituras, saltan al escenario los bien queridos. Korpiklaani vuelven a estar dándolo todo en nuestras tierras, a las que al parecer han cogido cariño. Directos y sin concesión inician el recital con “Happy Little boozer”. Para qué disimular, si a sus conciertos se viene por temas de dicha filosofía. La fiesta empezaba por todo lo alto en cuanto a repertorio se refiere, pero sin embargo el público, pese a estar disfrutando aún parecía algo distante para lo que uno espera de un concierto de esta índole, y más cuando se trata de una banda tan querida.

No fue hasta “Man with a plan” que de verdad descorcharon la botella y la fiesta se volvió puro desenfreno. Ahora sí, nadie pensaba en la resaca de mañana. El público estaba totalmente entregado a ellos. El pogo en el centro no bajó su actividad hasta el fin de la noche y al grupo se le veía disfrutar pese a seguir el guión de un espectáculo calculado, pero especialmente sobrio mas allá de las estrafalarias vestimentas tan características. Todas las miradas se clavaban, sin importar el tema, en Rounakari, su violín (Fiddie) y su impoluto traje largo de brillante blanco. A la hora de dar el cante fue el pilar central, ya no solo en lo visual, si no porque cada vez que tomaba el control instrumentalmente de los temas, el nivel subía como la espuma. Daba gusto verle y oírle. Amén de ello, cabe destacar una noche especialmente inspirada por parte de Jonne, quien va, cada vez más, camino de convertirse en el primo lejano y con rastas de Blackie Lawless de W.A.S.P. Pese a que su voz fue decayendo con el paso de los temas aguantó el tipo durante todo el concierto ¡Y si no estaba sobrio lo disimulaba muy bien!

Desde luego si algo juega a su favor es la extensa batería de temas levanta morales que tienen.
Mas allá del triplete “Vodka” – “Tequila” – “Beer beer”, las cuales encadenaron justo antes de despedirse del público, “Juodaan viina”, “Cottages and saunas”, o la mega coreada “Rauta” ponen patas arriba cualquier sala, carpa o descampado festivalero a las cuatro de la tarde y serían ya bajas imperdonables en el setlist para su público, que demuestra lo mucho que les quieren visita tras visita.

Texto: Titus Bellés